viernes, 21 de enero de 2011

Cuando mi enemigo es el tiempo...



En ocasiones las palabras surgen en el momento y lugar más insospechado. Y son demasiadas como para borrar los recuerdos y dejar que el cielo se escape de las manos.

Caminar... entre el pasado y el futuro, sin que los relojes se detengan a mi paso… y seguir caminando con el absurdo del dolor y sin más sueños que aquellos que se olvidaron. Entonces sonrío, tal vez para olvidar las heridas, quizá porque así me lo enseñaron para disimular las emociones.

Caminar... sin exigir que las heridas cicatricen pronto, sin dejar que los ojos se cubran de lágrimas demasiado grandes y dejando los recuerdos para el olvido.

Caminar… y fingir que todo va bien y que lo mejor es conformarse con la realidad.

Caminar… sin mirar atrás.

P.D.: He vuelto, tengo mucho que leeros... y mucho que escribiros. Prometo hacerlo.

domingo, 3 de mayo de 2009

Tres de mayo




Hace unos meses me llegó el siguiente texto al correo. Un poco extenso, pero creo que hoy es un día apropiado para recordarlo:


[...]Mi esposa me recomendó salir con otra mujer:

- Tú sabes que la amas –me dijo un día, tomándome por sorpresa-. La vida es muy corta, dedícale tiempo.
- Pero yo te amo a ti –protesté.
- Lo sé. Pero también la amas a ella.

La otra mujer a quien mi esposa quería que yo visitara, era mi madre, viuda desde hace años, pero por las exigencias de mi trabajo y mis hijos, hacían que sólo la visitara ocasionalmente.

Esa noche la llamé para invitarla a cenar y al cine.

- ¿Qué te ocurre? ¿Estás bien? –me preguntó.

Mi madre es una mujer que una llamada tarde en la noche o una invitación sorpresiva es indicio de malas noticias.

- Creí que sería agradable pasar algún tiempo contigo –le respondí. Los dos solitos, ¿qué opinas?

Reflexionó sobre ello un momento.

- Me gustaría muchísimo –dijo.

Ese viernes mientras conducía para recogerla después de mi trabajo, me encontraba nervioso, era el nerviosismo que antecede a una cita… y, por Dios, cuando llegué a su casa, vi que ella también estaba muy emocionada. Me esperaba en la puerta con su viejo abrigo puesto, se había rizado el pelo y usaba el vestido con el que celebró su último aniversario de bodas, su rostro sonreía, irradiaba luz como un ángel.

- Les dije a mis amigas que iba a salir con mi hijo y se mostraron muy emocionadas –me comentó mientras subía a mi coche. No podían esperar a mañana para escuchar acerca de nuestra velada.

Fuimos a un restaurante no muy elegante, pero sí muy acogedor. Mi madre se aferró a mi brazo como si fuera la Primera Dama de la Nación. Cuando nos sentamos tuve que leerle el menú, sus ojos sólo veían grandes figuras. Cuando iba por la mitad de las entradas, levanté la vista; mi madre estaba sentada al otro lado de la mesa y sólo me miraba. Una sonrisa nostálgica se le delineaba en los brazos.

- Era yo quien te leía el menú cuando eras pequeño, ¿recuerdas?
- Entonces es hora de que te relajes y me permitas devolver el favor –respondí.

Durante la cena tuvimos una agradable conversación, nada extraordinario, sólo ponernos al día uno con la vida del otro. Hablamos tanto que nos perdimos el cine.

- Saldré contigo otra vez, pero sólo si me dejas invitar –dijo mi madre cuando la llevé a su casa.

La sentí, la besé, la abracé.

- ¿Cómo estuvo la cita? –quiso saber mi esposa cuando llegué aquella noche.
- Muy agradable, gracias. Mucho más de lo que imaginé –le contesté.

Días más tarde mi madre murió de un infarto masivo Todo fue tan rápido. No pude hacer nada.

Al poco tiempo recibí un sobre del restaurante donde habíamos cenado mi madre y yo y una nota que decía:

“La cena está pagada por anticipado, estaba casi segura que no podría estar allí, pero igual pagué para los dos, para ti y tu esposa. Jamás podrás entender lo que aquella noche significó para mí. ¡Te amo!”.

En ese momento comprendí la importancia de decir a tiempo “te amo” y de darles a nuestros seres queridos el espacio que se merecen; nada en la vida será más importante que Dios y tu familia, dales tiempo porque ellos no pueden esperar.


...

Día y actualización para alguien. Felicidades a todas las madres y, muy en especial, a la mía, por supuesto.

sábado, 18 de abril de 2009

Conversaciones de ascensor



En algún sitio debería haber un libro con temas de conversación en los ascensores, aunque sólo fuese para pasar los pocos segundos que en ocasiones compartimos con la gente… y que se nos pueden hacer eternos.

Siempre tenemos esa obsesión con el tiempo: cuando algo va mal queremos que pase rápido, pero si estamos disfrutando deseamos que se haga eterno. Inventamos maquinarias para medir el tiempo y nos hacemos esclavos de ellas. Ponemos nombres a su transcurso: segundos, minutos, horas, días, semanas, meses… para, al final, darnos cuenta de que jamás podremos controlarlo.

Porque, cuando el Sol se oculta… siempre viene la noche. Y hay gente que todavía teme que al día siguiente el Sol no aparezca de nuevo.

sábado, 4 de abril de 2009

¿Y si...?



Ciertas cosas sólo suceden una vez en la vida... y las dejamos pasar. Es como cuando nos cruzamos con alguien en la calle por primera vez. Miramos a esa persona por unos segundos y surge una leve sonrisa en los labios seguida de una especie de atracción. Sientes que compartes algo con ella y, en un instante, se ha esfumado y ya es demasiado tarde. Luego, cada ocasión que pasas por el mismo lugar recuerdas que esa persona estaba ahí y la dejaste escapar. Incluso miras a tu alrededor por si vuelve a aparecer. Piensas ¿y si me hubiera parado?, ¿y si le hubiera dicho algo? ¿y si...?

miércoles, 18 de marzo de 2009

Caminar...




En ocasiones las palabras surgen en el momento y lugar más insospechado. Y son demasiadas como para borrar los recuerdos y dejar que el cielo se escape de las manos.

Caminar... entre el pasado y el futuro, sin que los relojes se detengan a mi paso… y seguir caminando con el absurdo del dolor y sin más sueños que aquellos que se olvidaron. Entonces sonrío, tal vez para olvidar las heridas, quizá porque así me lo enseñaron para disimular las emociones.

Caminar... sin exigir que las heridas cicatricen pronto, sin dejar que los ojos se cubran de lágrimas demasiado grandes y dejando los recuerdos para el olvido.

Caminar… y fingir que todo va bien y que lo mejor es conformarse con la realidad.

Caminar… sin mirar atrás.

martes, 10 de marzo de 2009

Cicatrices



Si miro detenidamente mi cuerpo descubro que está curtido de cicatrices, algunas de ellas en los lugares más insospechados, como mapas secretos de mi historia personal, tal vez vestigios de antiguas batallas. Algunas heridas se cerraron para dejarme sólo una cicatriz, pero otras no. Hay ciertas cicatrices que sé que llevaré a todas partes y, aunque la herida cierre, sé que el dolor persistirá hasta el último de mis días.

Porque las nuevas heridas pueden ser terriblemente dolorosas, pero hay otras, más viejas, que debieron cerrarse hace años pero no lo hicieron. Quizá estas últimas me instruyen en algo: dónde he estado, qué he superado, qué debo evitar en un futuro… cosas que preciso aprender una y otra vez.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Volver a jugar



Día de lluvia, recuerdos y pensamientos de pasado y futuro.

En ocasiones desearía volver a tener cuatro o cinco años, cuando mis dos preocupaciones eran saber dónde se habían escondido mis amigos y llegar antes que ellos a la pared para eliminarlos cuando jugábamos al escondite. Años después las preocupaciones han aumentado… y las dudas también.

Dicen que en la vida sólo hay una cosa segura: la muerte, o que llegado el momento habremos de rendir cuentas a quien corresponda –allá cada cual con sus creencias-. Y es que, por mucho que nos esforcemos y por muy buenas que sean nuestras intenciones, siempre cometeremos errores, haremos y nos harán daño y, entonces, sólo tendremos una salida: perdonar… o eso es lo que dicen.

Perdonar… no niego que sea un buen consejo pero, la verdad, no demasiado práctico. Si alguien nos hiere desearemos herirle, si alguien nos trata mal querremos devolvérsela o al menos buscaremos razones para tratar de justificar nuestra venganza. Sin perdón las cuentas pendientes nunca quedan saldadas, las heridas jamás cicatrizan. Quizá lo máximo que podemos esperar es que algún día tengamos la suerte de olvidar.

¡Cómo desearía volver a jugar al escondite!

martes, 28 de octubre de 2008

Días...



Hay días en los que me pregunto para qué me habré levantado. Llueve, hace frío y parece que todas las cosas van a salir mal. En la calle percibo que las personas pasan y soy transparente, ni me ven, ni me oyen, ni me sienten… y las que lo hacen son juzgadas con desconfianza. No entiendo el mundo.

La gente dice que al hacernos mayores nos rebelamos contra todo lo que nos han enseñado nuestros antepasados, con ese mundo por el que nuestros padres han trabajado antes. Nos hacemos mayores e intentamos romper los lazos que nos atan y trazar nuestros propios caminos. Yo creo que no somos rebeldes por eso, sino porque cada día descubrimos que nuestros padres no saben mucho más del mundo que nosotros, que no hay respuestas a todas las dudas, que tal vez nos han mentido desde siempre… y quizá todo haya sido para protegernos.

lunes, 20 de octubre de 2008

Ya lo haré mañana…



Siempre estamos posponiendo las cosas que deberíamos hacer en su debido momento. Tal vez tenga que ver con el miedo que nos da decidirnos a empezar, un miedo al fracaso, al dolor o al rechazo. Es un miedo que nos oprime el pecho porque… ¿y si nos equivocamos y cometemos un error que no tiene solución? Una vez oí decir a alguien una cosa muy cierta al respecto: “cuando el dolor de no hacer algo es más insoportable que el miedo a hacerlo, es como si cargásemos con una pesada piedra… y aquéllos que dudan están perdidos”.

Y lo peor de todo, lo que nos reconcome día tras día y noche tras noche, es que hemos oído proverbios de sabios filósofos y poetas instándonos a vivir y disfrutar de cada momento, sabios también los consejos de nuestros abuelos sobre el tiempo perdido… y en ocasiones tenemos que ser chovinistas y escucharnos a nosotros mismos, y hacer lo que más nos conviene… aunque cometamos nuestros propios errores para aprender de las experiencias. Tal vez entonces aprendamos que es mejor saber que preguntarse, despertar que dormir… fracasar y cometer un error, por muy grande que sea, siempre es mejor que no haberlo intentado nunca.

Como Antonio Machado escribió en sus versos:

Hoy es siempre todavía
toda la vida es ahora
y ahora es el momento
de cumplir las promesas
que nos hicimos,
porque ayer no lo hicimos,
porque mañana es tarde…
ahora.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Nuestro resultado



Normalmente nos arrepentimos de las cosas que suceden una vez que han ocurrido, incluso hay quienes tratan de arreglar el pasado. Pero el pasado son nuestros recuerdos y el futuro nuestras ilusiones y sueños. Tal vez somos simplemente el resultado inevitable de lo que antes fuimos.