martes, 23 de septiembre de 2008

Integridad


Nuestra integridad vale poco, muy poco... pero es todo lo que tenemos, es el último centímetro que queda de nosotros. Si salvaguardamos ese centímetro, somos libres.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Siempre recibimos lo que ofrecemos....



Su nombre era Fleming y era un pobre agricultor inglés.

Un día, mientras trataba de ganarse la vida para su familia, escuchó a alguien pidiendo ayuda desde un pantano cercano. Inmediatamente soltó sus herramientas y corrió hacia el pantano. Allí, enterrado hasta la cintura en el lodo negro, estaba un niño aterrorizado, gritando y luchando, tratando de liberarse del lodo. El agricultor Fleming salvó al niño de lo que pudo ser una muerte lenta y terrible.

Al día siguiente, un carruaje muy pomposo llegó hasta los predios del agricultor inglés. Un noble inglés, elegantemente vestido, se bajó del vehículo y se presentó a sí mismo como el padre del niño que Fleming había salvado.

-Yo quiero recompensarlo, -dijo el noble inglés. Usted salvó la vida de mi hijo.

-No, yo no puedo aceptar una recompensa por lo que hice, -respondió el agricultor inglés, rechazando la oferta.

En ese momento, el propio hijo del agricultor salió a la puerta de la casa de la familia.

-¿Es ese su hijo? -preguntó el noble inglés.

-Sí -, respondió el agricultor lleno de orgullo.

-Le voy a proponer un trato. Déjeme llevarme a su hijo y ofrecerle una buena educación. Si él es parecido a su padre, crecerá hasta convertirse en un hombre del cual usted estará muy orgulloso.

El agricultor aceptó.

Con el paso del tiempo, el hijo de Fleming el agricultor se graduó en la Escuela de Medicina del St. Mary's Hospital en Londres, y se convirtió en un personaje conocido a través del mundo, el notorio Sir Alexander Fleming, el descubridor de la Penicilina.

Algunos años después, el hijo del noble inglés cayó enfermo de pulmonía.

¿Qué lo salvó? La Penicilina.

¿El nombre del noble inglés? Randolph Churchill.

¿El nombre de su hijo? Sir Winston Churchill.


Alguien dijo una vez: Siempre recibimos a cambio lo mismo que ofrecemos.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Derecho de admisión


Entras en un local… como los demás. Escoges el artículo… al igual que cualquier cliente. Vas a pagarlo… como el resto. Pero no puedes pagar: tu dinero no vale porque alguien ha colocado un cartel donde la empresa se reserva el derecho de admisión.

Trato de ponerme en el lugar de esa persona, cómo se ha sentido… y no puedo. Es demasiado complicado… o tal vez es tan duro de aceptar que no puedas comprar un simple refresco porque eres extranjero y has estado pidiendo unos céntimos a las puertas del supermercado. Llegas a la caja y alguien dice: “no le cobres, ya sabe que no puede entrar ni estar ahí fuera”.

¿Habría hecho daño a alguien por comprar una lata? Lo dudo mucho. ¿Es que acaso su dinero no tiene el mismo valor que el mío? Por lo visto. Hay quien se empeña en mantener las clases.

Nunca suelo dar dinero a la gente que pide en la calle, pero esta vez lo he hecho. Cierto que podría haberle comprado el refresco y regalárselo al salir, aunque quizá eso la hubiese hecho sentir peor. Así que, antes de irme, le he dado unas monedas para que fuese ella quien lo comprase… pero en otra tienda, donde quizá no la juzguen por su aspecto, donde lo que realmente importe sea su dignidad.

Creo que tardaré bastante tiempo en volver a pasarme por allí.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Viajes


Los dos viajes más importantes de nuestra existencia los hacemos completamente solos. En el primero alguien nos está esperando… en el segundo nadie.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Estrellas


Cuando la gente mira las estrellas ve cosas distintas: para los viajeros las estrellas son sus guías, para los sabios constituyen dudas, para los astrólogos gobiernan el futuro, y para la mayoría no son más que lucecitas que aparecen cada noche… pero todas esas estrellas se mueren y apagan.

Para mí son otras cosas: un recuerdo por las personas que se cruzaron en mi vida y dejaron su huella, un regalo para aquéllas que me importan, multitud de deseos aún por cumplir…

En ocasiones abro la ventana de mi habitación por el simple capricho de sentirlas más cerca.