
Si miro detenidamente mi cuerpo descubro que está curtido de cicatrices, algunas de ellas en los lugares más insospechados, como mapas secretos de mi historia personal, tal vez vestigios de antiguas batallas. Algunas heridas se cerraron para dejarme sólo una cicatriz, pero otras no. Hay ciertas cicatrices que sé que llevaré a todas partes y, aunque la herida cierre, sé que el dolor persistirá hasta el último de mis días.
Porque las nuevas heridas pueden ser terriblemente dolorosas, pero hay otras, más viejas, que debieron cerrarse hace años pero no lo hicieron. Quizá estas últimas me instruyen en algo: dónde he estado, qué he superado, qué debo evitar en un futuro… cosas que preciso aprender una y otra vez.